Recuerdo que un jueves tenía ya en mis manos el visado para poder viajar, me dijeron (mensaje que estaba impreso en el visado) que tenía solo catorce días para salir del país, si no viajaba en ese período perdía todo. Con lo que nos había costado llegar hasta ese glorioso momento, no íbamos a permitir que nos lo arrebataran.
Más que un visado, me pareció un ultimátum. Pero bueno, manos a la obra, estaba completamente feliz, emocionado y muy nervioso, empecé por lo básico, que era sacar el boleto de viaje al mejor precio, como suele pasar con estas cosas, que aparentemente son sencillas, pero siempre nos resultan con tamañas sorpresas.
Saqué pasajes hasta Madrid, de ida y vuelta, aunque tenía ya el visado para poder entrar sin ningún problema aparente, cabía una minúscula posibilidad de que algo podría suceder, en estos casos es mejor ir preparado, así que les recomiendo sacar boletos también de vuelta, aunque se pierdan, después de todo es ventajoso, ya que comprar pasajes de esta forma resultan más baratos que solo comprarlos de ida, cosas del mercado.
Lo más difícil viene después, cuando llega el día en el que tienes que despedirte de tu familia, los últimos instantes con ellos fueron maravillosos, porque mi familia es maravillosa.
Saben que lo bueno de las relaciones con la abogada que contratamos en su momento, fue que nos contactó con una pareja de chicas, con las que hicimos muy buena amistad, que también se casaron por poderes el mismo día que nosotros, tenían una historia de amor parecida a la nuestra. Yo conocí a la parte peruana por supuesto. Así que viajé acompañado por esta amiga; nos encontramos en el aeropuerto y juntos hicimos todos los papeleos previos antes de subir al avión, de verdad, les digo que es una ardua faena salir del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez (Lima-Perú), estos acontecimientos daban emoción a este viaje, sumada a la emoción que ambos sentíamos, estábamos a tan solo once horas de poder ver a nuestros amores.
Por fin ya en la Madre Patria, desde lo alto se divisaba un paisaje tan diferente, tan nuevo para mi. Aterrizamos, pensaba en que si también acá debíamos de hacer todo el papeleo parecido al que hicimos en Lima, pues la sorpresa fue que en una sola ventanilla (la de extranjeros) entregué la documentación del matrimonio, el pasaporte con el visado y listo, fue puesto el sello, y ya!!
A tan solo unos metros, en el hall de entrada, estaba mi esposo esperándome, fue su rostro lo primero que vi al salir, son mil emociones las que sentí en ese momento... nos abrazamos muy muy fuerte. No solo estuvo él, también estuvo la esposa de esta amiga, así que ya todos nos conocimos en aquel momento.
Llegué un domingo, y dentro de todas las cosas que sucedieron, no puedo olvidar la rica paella que preparó mi esposo para darme la bienvenida, bueno, darnos la bienvenida.